¡Pero... mira que guarros son algunos!
Campanet tiene su oratorio. Es en honor a Sant Miquel. Se trata de un lugar tranquilo a un tiro de piedra de les fons ufanes y de la cobees. Un enclave visitado por los turistas y en el que algunos partidos nacionalistas -PSM, sin ir más lejos- celebran encuentros y fiestas en dias señalados del año.
Por otra parte, es un lugar antiguo, con años e historia, tanto que en el siglo XIII se le menciona como parroquia, siendo uno de sus párrocos de por entonces mossen Jaume Mateu. Nos cuentan que en su interior -el día que estuvimos estaba cerrado- hay algunos retablos y pinturas y tres tallas que representan a los santos Pedro, Pablo y San Juan Bautista.
Seguramente recibe el nombre de Sant Miquel porque cerca de él discurre el torrente del mismo nombre.
Pese a que ha sufrido transformaciones y restauraciones, aun conserva el carácter de las iglesias rurales construidas tras la conquista de Mallorca por el Rei en Jaume I.
Bien, dicho lo cual, vamos a lo que íbamos.
Estuvimos en el lugar el pasado lunes, poco después del medio día. Las tres de la tarde, más o menos.
De él, nos llamaron la atención varias cosas, unas buenas y otras malas.
Empezando por las primeras, el oratorio es un lugar precioso, tranquilo, en el que se respira aire puro y con caminos muy bien trazados entre arboles y matorrales. El acceso hasta él, desde Campanet, es fácil.
En cuanto a las segundas, destacaríamos tres.
Una: que el domingo acudió al lugar gente a comer, cuando menos a merendar, lo cual queda en evidencia observando el paisaje de la pequeña plazoleta que quedó después del yantar: papeleras a tope de desperdicios y bastantes de estos esparcidos sobre el suelo. Algunos que estuvieron allí, está claro que son gente incívica, que les importa un bledo dejar su huella en forma de lo que son: unos guarros. Y lo peor es que a la entrada de la plazoleta donde se ha producido el desaguisado, hay un letrero que ruega que no lo ensucien, o cuando menos que lo dejen como lo han encontrado: limpio.
Dos: que a medio día, pensamos que ya son horas para que el servicio municipal de limpieza, y más siendo lunes, y más sabiendo que los domingos el lugar suele ser visitado, se hubiera dado una vuelta por allí para ordenar el desorden.
Y tres: observan la pared del oratorio adherida al campanario, verán una inmensa grieta que la recorre de arriba abajo. No vamos a pensar que esa grieta es un peligro inminente, pues a tenor de los fortalecido que está el campanario, no da la impresión de que pueda serlo, pero, por dos razones, tendría que subsanarse: porque el agua de la lluvia puede horadarla y ensancharla hasta el punto de convertirla en un peligro y porque desde el punto de vista de la estética es antiestética.
P.P.