Cuando Ava encontró a Luis Miguel. Historias del Museo Chicote.

 

Uno no puede decir que conoce la vida nocturna de Madrid hasta que se haya dejado caer por Chicote. Pocos locales en nuestro país pueden presumir de ostentar más de siete décadas al frente de la noche madrileña, sobreviviendo a guerras, crisis y épocas hostiles. Pese a ello, Chicote siempre ha existido y uno tiene la sensación de que siempre existirá, imperecedero y ajeno al fluir del devenir de su transitada Gran Vía.

Lo que más me gusta del lugar es que el público es de lo más diverso, al margen de estilos, tribus urbanas, edades y clases sociales. Nadie llama la atención a nadie porque en Chicote todo el mundo tiene cabida y además, todo es posible. La historia así lo dicta. Esa actitud, impregnada en su esencia desde los comienzos, quizás sea heredada por el carácter de su fundador, Perico Chicote, uno de los mejores relaciones públicas que jamás haya existido en el mundo de la noche. Pero, ¿Quién era Perico Chicote?. Si una palabra tuviera que definir a este popular personaje es sin duda “imbatible”. 

Pedro Chicote nació en la madrileña calle del limón el 13 de mayo de 1899. Sobreponerse a los contratiempos fue desgraciadamente una constante es su vida, pero a la vez su mejor virtud. Huérfano de padre a los 5 años, Chicote comenzó a servir aguardiente siendo apenas un niño en algunas de las tabernas de la ciudad. Después de trabajar en la cervecería Mahou de la calle Amaniel,  fue un empleo en el lujoso Hotel Ritz el que determinó su futuro profesional siendo apenas un adolescente. Muy pronto despuntó con su habilidad para la coctelería desplegando unas dotes poco usuales para alguien de su edad. En el mismo hotel, se produjo una anécdota también determinante cuando el embajador de Brasil le regaló una botella de licor Paraty. Fue la primera de una colección que albergaría algunas de las botellas más curiosas y raras del mundo, llegando a poseer alrededor de 18.000 ejemplares. 

Con el tiempo, en la bodega de Chicote se podían encontrar desde bebidas que habían sido probadas por el mismísimo Napoléon Bonaparte, un vodka procedente de la bodega del Zar de Rusia o incluso un recipiente donde Neil Armstrong bebía en el Apolo XI.  Pero si la gama de botellas era variada en el local, más aún lo era el elenco de personajes que llegaron a vaciarlas a lo largo de sus casi ochenta años de historia. Bette Davis, Eisenhower, Alexander Fleming, Dalí,  Charlton Heston, Ernest Hemingway, Gregory Peck, Ava Gardner, Lana Turner, Sofía Loren, Gary Cooper, Orson Wells, Audrey Hepburn, Yul Brynner, Jacinto Benavente, Frank Sinatra,  Grace Kelly y Rainiero de Mónaco fueron algunos de sus habituales. Se llegó a decir que Chicote era la mejor embajada de España. Y ante semejantes asiduos, no es de extrañar que existan un sinfín de anécdotas que han dotado a este local de un carisma sin competencia. En la primavera de 1953, “el animal más bello del mundo” llegó a España para rodar “Pandora” y de paso hacer un paréntesis en el destructivo matrimonio que mantenía con Frank Sinatra. Solía acudir a Chicote para degustar su famoso Dry Martini y ahogar algunas penas. Una de esas noches la acompañaba Lana Turner y fue Chicote quien llamó a Luis Miguel Dominguín para decirle que viniera corriendo, que tenía a las dos mujeres en su mesa. No tardaron en enamorarse y en protagonizar un tórrido romance. De hecho, la diva no escatimó en idilios durante su etapa española. Algunos reales y otros atribuidos. Se cuenta que en su primera noche de pasión con el torero, él se levantó de la cama y ella le preguntó: "¿A dónde vas?" a lo que Dominguín respondió: "¡A contarlo!".

Tiempo después Ava se divorciaría de Sinatra y regresaría a Hollywood concluyendo la relación con el torero, quien siempre recordaría a Ava como “la más guapa y la más fiera”. Llegaron los años sesenta y los setenta, la popular movida y Chicote sirvió como escenario para algunas de las películas más características de la época como “Pepy, Lucy, Bom” de Pedro Almodóvar, quien repitió escenario en su más reciente “Los abrazos rotos”. Y es que personajes nunca le han faltado a este templo del cocktail. 

De hecho, es frecuente toparse con habituales de la farándula madrileña si uno frecuenta el lugar. Una de ellas, la cantante Alaska quien además le da nombre a uno de los ejemplares más demandados de la carta: el “Alaska Strong”, con Havana 3, maracuyá, piña, kiwi y curaçao azul… una delicia al paladar de los más exigentes.

Ochenta años después, el famoso Museo Chicote es una parada obligatoria para que, Martini en mano, uno se deje llevar por los ecos de la historia que albergan sus paredes. Larga vida a Chicote.

 

Marta Garau

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