Sé infiel, pero mira con quién

 

A nadie le amarga un dulce. Ser infiel es, para muchos, un simple juego en el que reafirman su atractivo y viven nuevas sensaciones. Algunos tienen la teoría, respaldada por algunos estudios, de que reaviva su relación de pareja. Como todo en esta vida, tiene sus pros y sus contras. ¿Quieres jugar?

 

Alicia Misrahi. Autora de Liguemos.com Manual de la aprendiza de depredadora. Página web: www.aliciamisrahi.com

 

Soy Sal, casada desde hace quince años, y soy infiel. La aparición de chats y portales de contactos puso las cosas más fáciles para los infieles y ahora se abre un nuevo mundo para nosotros.

Mi primer paso en mi infidelidad meditada y premeditada fue apuntarme a Gleeden.com, un discreto portal dedicado a conocer a otros casados que desean vivir nuevas experiencias con comprometidos que no quieran complicarse la vida.  También existen Secondlove, Ashley Madison, Victoria Milan o Romance Secreto. La promesa, implícita o explícita, de todos estos sitios web es provocadora e incitante: “Revive la pasión. Ten una aventura”.

 

La pasión se terminó hace mucho tiempo en mi matrimonio y mi marido no me hace caso. Una historia común, nada del otro mundo, pero necesito un toque de romanticismo y sentirme viva de vez en cuando.

 

 

Con las mejores intenciones?

Cuando nos casamos, nos vamos a vivir juntos o nos ennoviamos se da por supuesto -a no ser que se pacte que va a ser una pareja abierta- que vamos a ser fieles. Sin embargo, la vida pone tentaciones en nuestro camino y, también, momentos bajos en la relación que son el detonante –y la excusa perfecta- para dejarse llevar por una pasión extramarital.

No sé si somos muchos los que pensamos así, pero sí sé que somos muchos los que actuamos de esta forma. Según una encuesta de La Maleta Roja, el 53% de los españoles ha sido infiel a su pareja en alguna ocasión. Sólo un 32% declara no haber cometido nunca ninguna infidelidad; el 15% restante son aquellos que no han tenido ninguna aventura pero que la han deseado varias veces.

 

Gleeden, la emoción está ahí fuera

El primer hombre que conocí en Gleeden me espetó, de buenas a primeras, que buscaba un encuentro para una noche. Me contó que ha sido fiel toda su vida,  que lleva años con su pareja y “necesita”, según sus propias palabras, “vivir esta experiencia”; acostarse con una desconocida que, para más señas, debe llevar liguero y prendas interiores muy sugerentes, algo que su mujer, bastante vergonzosa, no se atreve a lucir.

 

Después, según me contó, seguirá con su vida y nunca más volverá a ser infiel. Quería que nos citáramos directamente en un apartamento que se alquila por horas y decidí no acudir; demasiado directo. El pobre estaba aterrorizado con que lo vieran con su amante de una noche y quería evitar cualquier riesgo.

 

Seguramente, cuando este hombre consiga su propósito, se quedará tranquilo un tiempo y luego necesitará más. La adrenalina y la testosterona que generan estas situaciones son altamente adictivas… Siempre se quiere una vez más (“la última…”) y siempre se desea ir un poco más allá. Creedme, sé de lo que hablo.

 

 

La infidelidad ya no diferencia sexos. Según diversos estudios, los porcentajes tienden a igualarse. Incluso según Sexole, el primer estudio sobre conductas y preferencias sexuales de usuarios de internet en España, las mujeres son más infieles que los hombres (50% frente al 44%)

 

Para mi gusto, Gleeden propicia en los hombres una sensación de que todo está ya hecho y no hay que esforzarse, que todo el mundo va a lo que va y, aunque sea cierto, pues un poco de risas y seducción nunca vienen mal… Otro amplio porcentaje, en cambio, se contentan con el flirteo en la red, y yo quiero realidad.

Decidí abandonar Gleeden y me centre en la web, una red de pececitos dispuestos a ser pescados.

 

¿Exceso de exigencia?

Entonces, descubrí que soy maniática. No me gustó como aventura ese hombre caballeroso y de conversación interesante porque me contó que cuando estuvo en Méjico iba siempre al mismo restaurante y fue pidiendo, en visitas sucesivas, todos los platos de la carta, por orden. Tampoco me convenció el cocinero divertido, tierno y con cuerpazo. ¿Mi excusa? Que llevaba unas sandalias horribles. En un momento dado, llegué a pensar que, en realidad, no quería ser infiel o no me atrevía.

 

También he descubierto que odio los hombros caídos o a los hombres enclenques o a los que ríen de forma rara o demasiado escandalosa, a los que enseñan las encías de arriba al sonreír, a los que dan golpecitos en la mesa cuando hablan, a los que dicen continuamente cuando dicen una gracia, “es broma”… A los que, desde luego, no soporto y no recomiendo bajo ningún concepto son los que durante la primera cita infiel se dedican a llorar por lo mala persona que es su mujer.

 

La primera norma de protocolo del infiel es que lo que pasa en casa se queda en casa y la segunda, que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas.

 

 

Aun así, me las arreglé para encontrar un amante. Quedamos para hacer un café y eso nos llevó a la comida y… al postre.

Tengo una cierta tendencia al surrealismo. Fuimos a su casa, que estaba cerca del restaurante (¡qué previsor!) y en un momento de máxima pasión, al principio de reconocer nuestros cuerpos ya desnudos, empezó a gritar:

-¡Sal! ¡Sal!

No entendí por qué gritaba mi nombre de esa forma desesperada. No comprendía nada hasta que…

Me encontré de frente con su mujer, que había vuelto del trabajo inesperadamente. En realidad, mi amante me estaba pidiendo que me fuera, que me escondiera, que hiciera algo.

Hay algo peor que llamarse Sal: llamarse Socorro.

 

En estas situaciones, la sangre fría y la efectividad son las mejores opciones. Me centré en recuperar la ropa perdida, ponerme lo imprescindible y guardar el resto en el bolsillo y salir de allí lo antes posible. Normalmente, se cuenta con unos minutos de estupefacción del cónyuge, más unos cuantos minutos extra en el que el burlado se dirige a gritos a su costilla antes de que vaya directamente a sacarte los ojos. Fui rápida.

Nunca volví a saber de él.

 

Internet, el mejor aliado

Internet es discreto, ofrece la posibilidad de conocer a muchas personas y de escoger entre un amplio abanico de posibilidades. Además, no se trata de alguien del entorno (como el socorrido lugar de trabajo) por lo que se evitan complicaciones.

Son encuentros exprés que pueden acabar, fácilmente, en sexo a la carta. En las diversas páginas de Internet especializadas en encuentros, se puede escoger el color de ojos, la complexión, los estudios, las cualidades que se atribuyen los que se muestran en este escaparate, el estado civil: Todo.

 

Siempre y cuando se confíe en lo que cuentan sobre sí mismos los postulantes a ligue, rollo de una noche o amor de tu vida durante una temporada. Por otro lado, es necesario tener en cuenta que para tener un aventura no es necesario buscar el hombre o la mujer perfecta. Basta tener una comunicación fluida, picardía y, sobre todo, deseo.

Es lo que me digo a mí misma cuando me pongo demasiado exigente.

 

 

Con mi siguiente amante, conseguimos llegar hasta el final y fue delicioso, divertido y sexy. Sabía galantear y crear la sensación de que era un momento único. ¿Sú único fallo? Que, a pesar de hablar continuamente de nosotros y de lo que podíamos hacer juntos para divertirnos y de lo maravillosa que era yo, fue realmente un momento único. Nunca más nos volvimos a ver.

Muchos hombres buscan variedad en sus aventuras, mientras que a las mujeres nos gusta repetir por aquello de la complicidad.

 

Hazlo bien

Si decides navegar en busca de aventuras, debes ser discreta/o. Resulta altamente sospechoso que, de pronto, te conviertas en un fanático de Internet y que te conectes a todas horas o que esperes a que tu pareja se acueste para usar el ordenador o que te surja un montón de trabajo extra y utilices las noches para trabajar. Si, además, cierras apresuradamente todas las ventanitas de Internet cuando tu pareja se acerca, estás poniéndote en evidencia y es cuestión de días (u horas) que empiece a sospechar.

 

Aprovecha para conectarte algún momento muerto en el trabajo o los momentos en que tu pareja no esté en casa o está entretenido viendo un partido de fútbol. Calcula la hora que va a volver –a casa o a la vida marital- para que no te sorprenda.

Por si acaso, pon tu ordenador de forma que al entrar en la habitación en la que estés, la pantalla no sea lo primero que vea y sitúate siempre de cara a la puerta.

 

Ten preparadas un par de páginas neutras abiertas que puedas mostrar sin levantar suspicacias. Incluso puedes confesarte consumidor de porno en la red, lo que siempre será menos horrible para la pareja que descubrir que estás ligando por Internet y poniéndole los cuernos en la vida real.

 

Ligues paso a paso

En cuanto al proceso de ligue en sí, puedes usar una de las muchas páginas o chats de contactos de Internet. “Mi técnica para ligar –explica mi casado treintañero, con el que actualmente tengo una aventura de “cada jueves a las 12”- es establecer primero contacto a través de una página, hablar por el Messenger tres o cuatro veces dejando que ella se exprese y cuente cosas, hablar tres o cuatro veces por teléfono y luego quedar. Esto te permite conocer un poco a la otra persona, para desechar a mujeres problemáticas, y establecer un vínculo que facilitará las cosas en vivo”.

 

Entre los variados especímenes que me he encontrado en mis búsquedas, se encuentra un hombre que tenía una conversación interesante por msn, pero que al hablar por teléfono me puso los pelos de punta. Decía que él quería amor (¡primeras noticias!) y pareja, pero que no quería una mujer que hubiera estado casada porque ya estaba gastada, usada. En fin, ¡pies para que os quiero!

 

Mi treintañero no es del género llorón, por suerte. Me explicó sucintamente que se vio abocado al matrimonio y que, aunque no está mal con su mujer, no quiere renunciar a las demás, algo que es muy común entre el género masculino. Fantaseamos y bromeamos con la idea de que si se aceptara la infidelidad sexual como algo normal, los matrimonios serían más felices. En nuestro caso no es amor, es pasión.

 

 

Cuando se aproxima nuestra cita semanal, corro hacia él con el corazón desbocado y siento unas mariposas en el estómago que hacía siglos que no sentía. Entre la emoción de lo prohibido, la certeza de que va a pasar algo extraordinario –mi treintañero es muy apasionado y romántico- y el miedo a que me pille mi marido, corren ríos de adrenalina por mis venas.

 

La semana pasada me regaló una rosa. Me la tendió, pero no me dejó que la cogiera, como tampoco dejó que tomara sus labios entre los míos. Me pidió que me desnudara lentamente y así lo hice, mirándole a los ojos, sonriéndole. Intenté llegar a él antes de estar totalmente desnuda y me dejó besarle brevemente. Entonces, me regaló la rosa, posándola y pasándola por todo mi cuerpo. Me brindó sus labios fugazmente, a veces persiguiendo los pétalos fragantes que me acariciaban, a veces coqueteando con mi boca. Me dio de beber y bebí hasta saciar mi sed.

 

 

Épocas para pecar

Cualquier estación es buena para una aventura: el verano –que, en realidad, es la época en la que se cometen más infidelidades- porque es una época más despreocupada y feliz en la que los cuerpos y la piel están a la vista y todo el mundo está más dispuesto; el otoño porque todavía queda algo de calidez en el ambiente y en los cuerpos tostados por el sol; el invierno porque es una época algo gris en la que a muchos les encantaría combatir la frialdad ambiental en compañía, y la primavera porque es el despertar de la naturaleza y la sensualidad; ya se sabe, la primavera la sangre altera. Y es que una aventura es un soplo de aire fresco en la vida de uno.

 

Frente a la traición y el sentimiento de culpabilidad –que también son muy excitantes- está el famoso dicho “ojos que no ven corazón que no siente”. En cualquier asunto de cama no oficial tiene que dominar la discreción.

Uno de los argumentos que más se ha usado para defender la infidelidad es que une más a la pareja y hace que el infiel se sienta más próximo a su cónyuge y lo valore más. Recientemente, algunos expertos en relaciones, como la terapeuta Mira Kirshenbaum –autora de Cuando las buenas personas son infieles- han ratificado esta opinión: “si se maneja correctamente, una infidelidad puede ser terapéutica, brinda claridad y saca a las personas de su inercia”.

 

Además, también hay muchas mujeres y bastantes hombres dispuestos a aceptar, normalmente no de forma explícita, que el matrimonio sea amistad y compañerismo -un amor reposado-, y que el otro busque el sexo loco fuera. Mientras se trate sólo de sexo, no hay problema. Y es que cada persona es un mundo…

No es mi caso, si mi marido se enterara, tendríamos un grave problema, pero soy discreta y no intento apurar las horas junto a mi amante.

Además, estoy dispuesta a seguir hasta las últimas consecuencias la principal consigna que todo infiel debe seguir: no confesar jamás, aun cuando tu pareja sospeche.

 

“Sólo quería sentirse deseada. Sólo quería desear hasta ese punto en que el cuerpo se convierte en puro estremecimiento, nervio y placer. Recordaba el primer beso que se habían dado y añoraba esa sensación. Por eso avanzaba decidida al encuentro con ese hombre desconocido. La pasión había desaparecido con su pareja, le enervaba la forma en que él se desnudaba, en silencio, de cualquier forma, para meterse en la cama, darse la vuelta y ponerse a dormir. Por esa razón, bajo el vestido de verano, no llevaba más que el sexo anhelante y palpitante”.

 

 

La importancia de la discreción

Antes se podía descubrir a un infiel por un aroma a perfume femenino o masculino, por olores poco habituales en su ropa (tabaco en el caso de que no sea fumador), por estuches de cerillas con propaganda…

Actualmente, el olor a tabaco es más delator que nunca porque no se puede fumar en lugares públicos cerrados…

En cuanto a las nuevas tecnologías, facilitan el contacto, pero también dejan muchos más rastros.

 

En Estados Unidos, un hombre descubrió la infidelidad de su esposa por la consola Wii. Cuando, después de un año de servicio en Irak, volvió a su casa y decidió jugar unas partidas, encontró un nuevo Mii (avatar virtual personalizado que la Wii permite crear) que representaba a un hombre desconocido para él. Investigó el calendario de la cónsola y descubrió que este hombre y su mujer habían pasado varias noches juntos jugando. Fue suficiente para que pidiera el divorcio.

 

A disposición de las/los casadas/os engañados o, simplemente, de los paranoicos hay un mundo de programas y dispositivos espía como software para el móvil que permite conocer la actividad de éste, leer los mensajes o, incluso, rastrear su ubicación mientras tenga batería… Sin palabras. Por tanto, si vas a ser infiel, no dejes nunca el móvil solo o a su alcance.

 

En torno a los infieles se están creando prósperos negocios. Uno de los más originales es Alibi network, una empresa que se dedica a proporcionar coartadas a los que deciden “sacar los pies del tiesto” totalmente e irse de viajecito con el amante. Estoy planteándome instaurarlo en España, (¿algún socio capitalista disponible?).

 

 

Alibi proporciona todas las pruebas de que el infiel ha estado en un seminario o congreso, incluidas fotografías aburridas con los colegas, merchandising del evento y diploma acreditativo, y tiene un servicio de teléfono 24 horas que emula al recepcionista del hotel del supuesto lugar de destino.

¿Quieres jugar?

 

Los mandamientos del infiel

1). No cambies bruscamente ningún aspecto de tu vida ni ninguna costumbre.

2). Si quieres conservar tu pareja, no te enamores.

3). Mantén la cabeza fría. No dejes que tus ligues interfieran en tu vida cotidiana.

4). Sé claro con la otra persona; hay muchos hombres y mujeres dispuestos a una aventura, no hace falta engañar.

5). No confundas deseo y/o pasión con enamoramiento o amor.

6). Preferiblemente, establece relaciones esporádicas, evita jugar a dos bandas: todo se acaba sabiendo.

7). Mantén una parcela privada: no des el teléfono de tu casa.

8). Borra todos los rastros: mensajes en el móvil, las páginas comprometidas del historial del ordenador (nunca todo el historial)…

9). No adoptes una actitud sospechosa cuando suena el móvil ni te retires a otra habitación a hablar.

10). No confieses jamás. SIEMPRE se confiesa una infidelidad esporádica para aliviar la conciencia y se acaba causando un daño irreparable en la pareja.

11). Si hace meses que mantienes una relación paralela, plantéate por qué. Igual necesitas romper tu relación estable.

 

 

 

 

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