Stephen, el trompetista que quiso volver a Mallorca antes de morir
Hace unos días les hablé de Stephen Franckevich, trompetista norteamericano, aquejado de cáncer linfático terminal, que no quiso irse de este mundo sin regresar a Mallorca, isla que conoció en los años 80 donde montó un grupo, The Peter Pan Band, con el que recorrió medio mundo desde donde siempre procuró regresar a la isla.
Un día, desde Carolina del Norte, que es donde vive, llamó a su amigo Marshall Pugg, residente en Mallorca, y le dio la mala nueva. Le contó que tras haber superado dos cáncer, en colon e hígado –ahí dos tumores-, otro que se ha extendido en su sistema linfático le tiene en este mundo con los días contados. “No quiero morirme sin volver a Mallorca –le dijo a Marshall-. Y si vuelvo a Mallorca quiero dar mi último concierto en una isla que para mi es mágica”
Marshall y otro amigo de Stephen, Pedro Alomar, le organizaron el viaje y el concierto, “que para nosotros no ha sido difícil –nos confesó Marshal-, pues al enterarse de que venía, más de cincuenta músicos que le conocieron años atrás, se ofrecieron para actuar gratuitamente en ese concierto”.
Bien, pues Stephen llegó a Palma el pasado viernes. Cuatro saltos en avión desde Carolina sin novedad. Llegó con la bolsa y dos trompetas, con tal mala fortuna que al dejarlas un momento en el suelo del aeropuerto para dar un abrazo a los amigos que le estaban esperando, alguien se las quitó. “Afortunadamente en Musicasa me han dejado una, que es mejor que las mías, así que la próxima semana iré a hablar con ellos para que me las vendan. Porque quiero seguir teniendo una trompeta conmigo hasta que me marche. Porque yo sin una trompeta, no soy nadie”.
Stephen me citó en la habitación de su hotel, el Son Caliu. “Hablaremos aquí porque no puedo tomar mucho tiempo el sol. No es conveniente, ni por las medicinas que tomo, ni por los parches que llevo”
Stephen vestía calzón corto y camiseta veraniega. Se sentó en el sofá, mirando hacia la ventana a través de la cual se divisaba el mar. “Tu estás acostumbrado a él porque lo ves cada día. Pero es que yo no me canso de contemplarlo. Es mágico, como toda la isla”
Me ofrece un trago, que declino. Luego llega Joshua, un pianista vasco, de Bilbao, muy bueno y amigo suyo, que me va a echar una mano como traductor.
“En 2007 me detectaron un tumor en el colon. Me operaron y me lo extirparon. Más tarde me encontraron dos tumores en el hígado. Nueva operación, extirpación y sesiones de quimio. Y cuando pensaba que ya lo había superado todo, me detectan que el cáncer se ha establecido en mi sistema linfático. Pregunto al médico. ¿Cuánto…? Seis meses, tal vez menos… Desde que me lo dijo han transcurrido ocho meses. ¿Sabes? A mi no me preocupa morirme, no tengo miedo a la muerte. A lo que si tengo miedo es al tiempo que me queda vivir… por la gente que me quiere, por mi mujer, que tuvo dos tumores en el cerebro que la dejaron senil. Ella me preocupa. Cuando yo me marche quiero dejarle lo poco que tenga para que no tenga problemas. Lo demás no me importa”
No pude ir al concierto debido a que me salio un trabajo, pero al día siguiente Marshal me informó que no acudieron ni trescientas personas. “Pero a él eso no le importó. Valoró más el que se hubiera reunido con él más de cincuenta músicos. Y por supuesto que tocó la trompeta, como cualquier otro músico.”
Stephen hace cuentas pasar una semana en Mallorca, negociar la compra de la trompeta y luego regresar a Carolina habiendo cumplido su deseo: no morir sin antes volver a la isla.
Un abrazo Stephen. Aquí te queremos todos.
Pedro Prieto