El año pasado el gobierno de Australia retiró las vacunas contra la gripe para niños menos de 5 años después de una serie de reacciones adversas como convulsiones febriles que llegaron a afectar hasta 1% de todos los niños vacunados y resultando en docenas de hospitalizaciones y la muerte de un niño. A lo mejor no hubiera pasado nada, a no ser por Natasha Bita, una periodista Australiana de prestigio y gran reputación que expuso  los peligros de las vacunas en una serie de 23 artículos en The Australian, precedido por una artículo en portada de 4600 en The Weekend Australian Magazine. Bita acaba de ser reconocida con el 56º Premio Walkley por excelencia en periodismo, el equivalente de los Premios Onda o Ortega y Gasset  en España.

Bita desmontó de manera profesional y meticulosa todo el protocolo de vacunación en Australia, provocando incluso que el gobierno australiano encomendó revisarlo en profundidad. Con sus pesquisas llegó a demostrar fallos en la producción de las vacunas en CSL, la empresa de fármacos más importante de Australia y confirmó el uso de Thimerosal en ellos como conservante. El thimerosal contiene mercurio, altamente dañino para el sistema nervioso central y un estudio realizado por Helen Ratajczak y publicado por la Journal of Immunotoxicology, lo relaciona con el incremento en casos de autismo en los últimos años.

Bita también destapó potenciales conflictos de interés entre miembros del Comité Asesor sobre vacunas, topando con oposición y hostilidad por parte del Ministerio de Salud Australiano y la Agencia Australiana de Medicamentos y Productos Fármacos.

Después de publicar su artículo en portada en el que se describió el caso de un niño que enfermó de polio después de ser vacunado,  la Ministra de Salud confirmó estar dispuesta a crear un fondo de recompensación para  personas afectadas por reacciones adversas a las vacunas. También reconoció que estas reacciones llegaron a producir un gasto de 65 millones de dólares anuales a las arcas de la sanidad pública.

Las reacciones a nivel mundial no tardaron a llegar. El mundo estaba inmerso en el pánico de la gripe A, enfermedad que según la OMS mataría a al menos 150 millones de personas entre junio y diciembre del 2009. Esta cifra cuadruplicaba la de muertos del año 1918, año de la mayor pandemia en la historia de la humanidad. En septiembre de 2010 la OMS declaró el fin de la pandemia: habían muerto 18449 personas a nivel mundial por culpa de la gripe A. Anualmente se mueren entre 250000 a 500000 de personas de la gripe estacional en todo el mundo. En España se calculan que han muerto 272 personas. De todos ellos salvo dos, todos presentaban patologías previas antes de contraer la gripe A.

A nivel de gasto en sanidad, el 23% del presupuesto de sanidad en 2009 se destinó a la compra masiva de vacunas y antivirales. Unos 333 millones, sin contar el gasto sanitario que supuso la avalancha de consultas en hospitales y centros de salud, tanto públicos como privados. “Nos han tomado el pelo, empezando por la OMS y los laboratorios”, dice el Dr. Pedro Caba, internista y ex vicepresidente de la Organización Mundial de la Salud, el puesto más alto dentro de la OMS ocupado nunca por un español.  “La fórmula es sencilla: crea el problema, infunde todo el temor posible y luego vende la solución. No falla”.

El Dr. Wolfgang Wodarg, epidemiólogo alemán de 62 años y presidente la Comisión de Salud del Consejo de Europa más conocido como el Dr. Gripe, ha puesto el grito en el cielo acusando los lobbies farmacéuticos de orquestar una psicosis mundial en una entrevista en el diario francés L'Humanité. “Consiguieron provocar un pánico mundial” a los que los gobiernos del mundo respondieron con la compra masiva de vacunas y antivirales que después intentaron vender a otros países por la mitad de precio.

Wodarg, ignorando las amenazas que recibió, abrió una investigación sobre el funcionamiento de la OMS puntuando que “Queremos sacar a la luz todo lo que ha podido contribuir a esa enorme operación de intoxicación. Un grupo de personas de la OMS está relacionado de manera muy estrecha con la industria farmacéutica... Sin llegar hasta la corrupción directa, que estoy seguro de que existe, los laboratorios tenían mil maneras de ejercer su influencia sobre las decisiones “

El secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos, confirmó en una entrevista en El Mundo que España compró 13 millones de vacunas, de las que sólo se utilizaron algo más de dos millones, por las cuales se pagaron 93 millones de euros. Una parte de las casi 11 millones de dosis sobrantes se cedieron a países en desarrollo. La otra parte se intentó vender a subasta, competiendo con otros países que se pillaron los dedos siguiendo instrucciones de la OMS que recomendó la compra de dos dosis por cada persona considerada de riesgo. Al Gobierno de Nicolás Sarkozy le sobraron 80 millones de dosis de los 95 millones que compró. Terminaron compitiendo con España, Italia, Holanda, Reino Unido y Alemania por colocar las que le sobraron en mercados como México, Bielorusia, Polonia o la República Checa.

Natasha Bita concluye en su artículo que la mayoría de padres entrevistados por ella confiaba en sus médicos de cabecera y ellos a su vez en las directivas del ministerio de Sanidad sin saber que la vacuna, promocionada por proteger tanto contra la gripe estacional como la gripe A, nunca fue probada en niños pequeños antes de su comercialización. Sólo después de dos semanas y docenas de casos de reacciones adversas, nueve veces más frecuentes que en otras vacunas,  las autoridades prohibieron el uso de la vacuna en niños menores de 5 años. Esta decisión luego se adapto tanto a nivel europeo como en EEUU en cuestión de días.

Karel Deprez, Quiropráctico - Palma