¿DE QUIÉN ES LA CALLE?.

 

Para un urbanita contemporáneo, la calle es lo que lleva del Centro de Pilates al diván del psiquiatra, o de tu despacho a tu restaurante habitual, ese que prepara los Margaritas y los Tagliatelle sin los que no podrías vivir.

Eso es una maldad atribuida a los neoyorquinos de Manhattan, a los que les falta el aire en cuanto cruzan el puente de Brooklyn, pero que, no crean, es un modo de sentir que habita ya entre nosotros, palabrita del niño Jesús. Mi santa, por ejemplo, más allá de Establiments se desorienta como si fuese un gato de Angora al que le llevasen a cazar sardinas a Bermeo. Yo mismo, soy un ejemplar de nuevo mallorquín: Voy sin plano por Berlín pero me pierdo en la part forana. No estoy orgulloso de ello pero es así.

Los antepasados de nuestras vías eran los caminos, que llevaban del pueblo a la iglesia y al camposanto. Había uno más ancho que conducía a a la carretera, que era por donde se iba a la guerra o a la ciudad, que es donde estaba el Hospicio, una especie de agencia de colocación para dejar o recoger el personal que las madres solteras producían y los payeses ricos recogían para darle brazos al campo, en una espiral impertérrita y fundamental como el ADN.

A mi me gustan las calles en el extranjero. Aquí una calle es “donde está Nespreso”, “la de mi abogado” o “donde la guardería del niño”. En una ciudad extraña cada paso es una sorpresa: una tienda curiosa, una fachada barroca, un café encantador… Si pudiera me inventaría una ciudad con un compendio: Las tabernas aún auténticas de Montmartre, los portalones de Praga, pequeñas tiendas bohemias de Nueva York, charcuterías de Burgos con olor a chorizo y a morcilla…aquella confitería judía del Marais, los cafés de Pessoa en Lisboa, las librerías cercanas  a la universidad vieja de cualquier ciudad, y unos cuantos ríos entrelazados como angulas aún sin saltear. En ellos, los ríos, puentes con estatuas de Reyes y gente en los pretiles, personas con ese aire melancólico que no sabes si son pescadores, suicidas o pastorcillos del Belén.

Palma es una ciudad fea. Seré “in-pertinente” pero no miento. Podemos ocultárselo a los extranjeros pero total, se van a dar cuenta. Prueba de que las calles de Palma son inhóspitas es que dadas las 20,30, parece como si las campanas de La Seu hubieran tocado a rebato con aviso de peste, o ataque aéreo. Eso, ya se habrán dado cuenta de que es una figura literaria, porque efectivamente, hoy desconocemos el lenguaje de las campanas, y si me lee un adolescente le contaré que eran como sms primitivos ( no veas, ya multimedia porque el tono variaba según el mensaje).

Cuando llegas de viaje desde cualquier ciudad europea, o si vienes desde o vía MAD O BCN, en un primer instante te dices: ¿dónde están todos?...Dan ganas de pedirle al taxista que te lleve al refugio nuclear, pero que antes pare un momento por casa para coger una muda y dos sobrasadas (y Quelitas)…

Madrid o Barcelona, por cierto, representan la división ideológica, por naturaleza, para los mallorquines. Cuando elogias algo de Madrid, inevitablemente te saldrá alguien diciendo: “Si, pero yo prefiero Barcelona” o viceversa. Es la forma en la que, en las islas, proyectamos la idea de “las dos españas”. Es como si tuviéramos necesidad de, por elipsis, proclamar la superioridad de la coca de vidre frente a los churros o  las porras, en una esquizofrénica batalla de repostería castiza.

Pero “al loco y al aire, dale calle”. Volvamos, pues.

Las calles tienen su peligro asociado a la nocturnidad. Una calle desierta en plena noche…da miedo. Pero a mi me dan repelús otras; por ejemplo “La nit de L’art”. Soy un artista y no debería decirlo, pero a mi me recuerda a “La noche de los muertos vivientes”.

Oye, ese día, al caer la tarde , ves salir de sus casas a gente que nunca ves, que nunca sale…¡vamos!...¡que creías que estaba muerta!...

Te encuentras a matrimonios que sabes que tienen niños pequeños, y te preguntas ¿dónde les habrán dejado?, porque los abuelos no están bien y esta noche hay menos canguros que pingüinos en Australia.

Te dan ganas de preguntarles si han dejado a los viejos en el cajón de los palitos de cangrejo, junto a las Findus, Y oye, que las gotitas para las criaturas son peligrosas…mira lo que le pasó a Madeleine, la niña inglesa, en el Algarve…

Esta pasada Nit de L’art, estaba cantado, le prepararon al President Bauzá, lo que pretendía ser encerrona con pretensiones de performance. Al final, resultó más un preview de “el Bombero torero”, espectáculo bufo con tijeras en vez de estoque. La escoleta de corte y confección quiso hacerle el espectáculo de fin de curso con la lección del “Recorte”, que es ya un “Mantra” para la Izquierda, un “pásalo”, una hoja sepia de ciclostil reconvertida en Hastag de Twitter .

A los pocos días hubo otra función sobre "Los recortes (ejem), en la Sanidad pública". Yo no se si el movimiento 15 M, es una franquicia pero tiene la ventaja de que no tiene día de descanso, y sin embargo los sindicatos no se cabrean.

La izquierda maneja la comunicación y la tecnología con la disciplina de la “Agitprop” y tiene un mal perder.

La derecha es tontorrona y lenta en eso, lo suyo es la gestión.

Para un liberal como yo, alejado de ambas tendencias, este espectáculo de “el secuestro de la calle por la izquierda ante la impasibilidad y resignación de la derecha”, me inspira perplejidad. Si supiera música escribiría un musical para representar en la Gran Vía  o en el Paral.lel.

Sólo Manuel Fraga Iribarne lo intentó, con el pequeño detalle de que tenía otro “movimiento” como sponsor y con el resultado que ya se ve.

La calle es importante para los políticos. Carme Chacón y el candidato Rubalcaba, pasaron el otro día, en la carretera de Gavá a Castelldefells, bajo una pancarta que ponía: “El PSOE quiere el Tabaco, las Putas y el Castellano, sólo en la calle”. Toda una editorial.

En Francia, hace días han prohibido el rezo en la vía pública, y para ello han habilitado un Parque de Bomberos.

Sarkozy, es un político de reflejos que tanto toma una avioneta para “dessecuestrar” cooperantes, como apaga los posibles fuegos en la calle, en la tradición del Baron Haussman, que no urbanizó Paris con boulevards para que quedara más chic, sino para evitar las barricadas.

En mayo del 68, “Daniel Cohn Bendit y otros, sociedad universitaria”, buscaron la playa debajo de los adoquines, pero que yo sepa, el pelirrojo acabó como Teniente de Alcalde primero y luego eurodiputado, que es para lo que envían las madres a sus hijos a la Universidad.

 

A mi la calle me gusta relativamente.

Como dijo el poeta Gabriel Celaya:  “A solas soy alguien. En la calle nadie”.

Por eso siempre llevo la Blackberry. Para, desde la calle, poder pedir auxilio.

 

 

Jaime Roig de Diego.

 

 

 

 

 

 

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