...pero eso es lo que tienen las siestas de triclinio y verdejo bajo la higuera.

Las tórtolas turcas, y su mantra en pareja te atontan. Los rayos del sol se filtran entre la sombra de la haima que constituye la concavidad umbría del Ficus carica, ese árbol donde se apareció Buda. Unos escarabajos dorados tal que los egipcios, agarrados a los “higos de cristiano”, arrancan prismas a la luz que golpea mis párpados somnolientos. Las abejas alquimistas, con ese zumbir industrial, van a los suyo, a libar ese jugo que convertirán en oro líquido. Yo no les temo, creo a Einstein: “Cuando ellas se extingan todo habrá acabado”.(Como la profecía de los cuervos de la torre de Londres y el Imperio británico).

Las Cigarras  son los Rastafaris de los insectos. Me las imagino con un instrumento exótico y un peta de hierba, alcanzando un trance, un nirvana.
La higuera se mueve, o las nubes, o el orbe terráqueo o los ríos, y a mi me da igual.

Las siestas en el exterior, en contacto con la naturaleza real, la del campo, te proporcionan un estado semiinconsciente o, para mi, una conciencia poética: Lo ves todo, lo oyes todo y no te importa nada. Es como una clarividencia franciscana; como si  estuvieras conectado con las terminales de flora y fauna, del cielo y de la tierra y tu, modestamente, decidieses lo más prudente, que es echarte en brazos de Morfeo. Abrazar ese sueño semiprofundo, con imágenes que se deslizan lentas y espesas por el cerebro. Un sueño con ecos, susurros y ruidos lejanos. Como si volaras por un mundo hecho de tartas y mazapanes , bizcochos, madalenas y flanes de huevo. Un paisaje de caramelo, chocolate y azucar glass.

Desperezarse, dejar ese estado, ese mundo (¿ese viaje astral?)…es como deshacerse de una alas prestadas que nos hubieran acabado siendo cómodas.
Notas que ya no estás allí (¿?)…sino aquí… y ahora recuerdas…

Obviamente, no estoy en la mansión de Maxim de Winter (de la novela “Rebeca”), sino que estoy en la humilde aunque para mi entrañable casita de mi abuelo.

Sobre el libro que estaba leyendo, tal que como punto de lectura, hay un bellísimo higo caído que supongo dejará una huella indeleble en esas páginas. La prensa está repartida en el suelo. Los escarabajos han debido hacer vudú, porque me siento turbio (necesito un café), pero ahora recuerdo lo que había estado leyendo en los papeles:

TORO

Podrá gustar o no, pero el toro, la tauromaquia, está unida a nuestros genes y nuestra cultura con rehiletes, garapullos, grapas o navajazos en nuestra piel.

El mundo del toro ha dado estos días, a la prensa, noticias de diverso tono y color.

Mª José Campanario, esposa de Jesulín de Ubrique ha sido condenada en el marco de la “Operación Karlos”. La Sección tercera de la Audiencia Provincial de Cadiz, considera que Campanario y su madre son cooperadoras necesarias de un delito de falsedad en documento oficial y autoras de un delito de estafa en grado de tentativa, condenándolas a un año y siete meses de prisión por el primero de ellos y cuatro meses por el segundo.

Esta señora siempre me pareció un personaje mediocre pareja de un torero mediocre, hijo de un paleto con megalomania. A esta pandilla de infelices, algunas televisiones quisieron convertirles en la version bufa de “Dinastía”.
Algo así como la representación de “Carmen” por el “Bombero torero”.

El mundo del Toro, sin tener nada que ver con algo que haya sucedido en una plaza, nos ha dado una visión espectral: la de Ortega Cano, “de alta”,saliendo del Hospital.

Ha sido una visión (repito) espectral. No se que habrá visto cada espectador de los diferentes informativos: ¿Una figura del toreo?, ¿un delincuente?, ¿un enfermo?, ¿un juguete roto?...

ALFOMBRA ROJA

Por contra, ese mundo de sangre y albero, da genial en la alfombra roja de las celebraciones chic y glamourosas. No hay más que comprobar la lista de matadores invitados en el 25 Aniversario de los premios ELLE y lo elegantes que estaban:
Cayetano con un smoking de Loewe. Francisco Rivera con uno de Façonable.
Javier Conde con un combinado blanco y negro. Y Jose Mª Manzanares, con uno entallado y elegantísimo.

Tal vez ahora Hemingway, haría otro tipo de crónica sobre el mundo del toro. Quizás Ordoñez le hubiera invitado para una sesión de fotos con Anne Leibovitz  o para Armani, como con Cayetano.

La alfombra roja, allá donde nació como tal y se llama RED CARPET, o sea en Hollywood, acostumbrada que está a ser pisada por las estrellas, se puso si cabe, más de gala que nunca para recibir a los Duques de Cambridge, esto es Guillermo y Catalina.
Nicole Kidman y Barbra Streisand fueron las únicas estrellas que tuvieron el honor de sentarse en la mesa de los Duques.
Esta parada en la ciudad del cine no es más que una más, en el periplo de su primer viaje oficial como esposa del principe William. En Canadá al parecer causó sensación al lucir un sombrerito con la hoja de arce símbolo del pais y parte de la enseña canadiense. En Ottawa, lució modelo de Erdem Moralioglu, conocido diseñador canadiense.
Me encantará ver a Catalina de visita en Japón, lucir un kimono y ya que se adapta tanto a las costumbres del pais visitado, que nos enseñe como se las apaña en uno de esos baños japoneses en los que o mueres ahogado o duchado o …

MAR

Pero dejo las revistas, y las soirées en smoking y pienso en lo que se nos ha dado a  los viejos pueblos del mediterráneo: las higueras, el sol de la tarde, las tórtolas túrcas, los escarabajos resplandecientes y un mar turquesa donde navega el “Pitina” con Florentino Pérez y la señora que da nombre al barco. El mismo mar donde hacen arrumacos Sarkozy y una embarazada Carla Bruni. Un Mediterráneo que donde se hace cuerno de oro refleja la pasión turca de Cristiano e Irina Shayk que ya luce anillo de diamantes.

Disfrutemos pues del estío y de ese mar entre las tierras que es lector, tuyo y mío desde los tiempos oscuros de Homero hasta las jornadas sombrías en la Bolsa de hoy.

Jaime Roig de Diego.