Los bomberos tienen la culpa.

La Navidad venía siendo un páramo aburrido. Un paisaje de Mazapán nevado espolvoreado de azucar glas. Los mismos ganapanes volvían a casa a comer el Almendro, para arrobo de madres y abuelas, mientras las muñecas de Famosa se dirigían al portal “para ver y dar al niño su cariño y su amistad”. Los mismos villancicos, el mismo spot de sidra champán el Gaitero “famosa en el mundo entero” y las siempre parecidas pero diferentes escenografías con trineos, para ocultar las feísimas fachadas de el Corte Inglés que son entre Ministerio del este y fábrica de harinas de Minnesota.

En cierta forma, ese era su atractivo: ser como “El Show de Truman”. Una Navidad igual a la Navidad calcada de la anterior, con nuestro padre en el papel de Jim Carrey, trinchando el pavo y los demás de figurantes con o sin frase.

Entonces llegaron ellos y tomaron por asalto los calendarios, como un grupo guerrillero: fuertes, guapos, organizados… montaron el Belén y revolucionaron la navidad que pasó a llamarse “Crismas”.

¡Si!, ellos, los Bomberos, con sus mangueras, escaleras, fuegos, humos y sudores…derritieron los hielos de enero, aplastaron las margaritas de mayo, potenciaron los vientos y los idus de marzo y apagaron los fuegos fatuos del sombrío noviembre de Tenorios…

Todo eso, con estruendo y canto de sirenas en sus relucientes coches rojos como órganos palpitantes a punto de escupir espuma blanca.

La fascinación navideña por el cuerpo apagafuegos, es antigua e incluso infantil. Los niños siempre han pedido a los Reyes Magos, coches de bomberos. Yo no. A mi los Reyes me trajeron un Cadillac azul celeste y ahora tengo en mi despacho una réplica hecha en Rusia.

Y como cuando pongo la floritura de mi Montblanc al servicio de algo, se suele interpretar como una ferviente adhesión, quede claro que yo no suscribo esta filia estética, pero como notario que soy de tendencias, me limito a levantar acta de la revolución bombera.

Me sorprende que no haya habido una alianza de alguna firma turronera con alguna marca de erotismo, y tengan diseñada una linea de Turrones para adultos, un 1880 para parejas desinhibidas, alicaídas o para endulzar los tránsitos de nochevieja a Año nuevo con una gama de turrones diferentes y excitantes.

Imagínense: Un cofre metálico rojo. En su interior, Turrones envueltos en brillantes plásticos amarillos con cremalleras. Otros, con forma de manguera como una dulce y fálica “culana” …Extintores de espuma de almendra, Vaporizador de Mousse de  mazapán, y una pequeña bombona de Agua de Valencia que ya saben que es Zumo de naranja con Champagne. Turrones para untar, rociar, lamer y demás reflexivos.

No se porqué no estoy corriendo al registro de patentes.

Este año, Papá Nöel, para Baleares, es Michael O’Leary, Presidente de Ryanair, quien anunció ayer que  Son Sant Joan será su base número 49 a partir del año próximo, lo que se traducirá, para nuestro lerdo entendimiento, en 2,8 millones de pasajeros anuales, y 2.8000 puestos de trabajo en la región.

Mucho más que el Gordo: Papá Nöel en versión XXXXL.

Hay otras Navidades con código de barras propio. Los catalanes tienen Tió y Caganer.  El tió es un leño que al atizarle “caga” (el término no es mío) regalos. Y el segundo, es un personaje del Nacimiento o Belén, que allí le llaman Pesebre, que como su propio nombre indica… realiza sus funciones intestinales. No entiendo esta obsesión catalana por relacionar navidad con caca. O si…. Sigmund Freud, en un texto llamado “La predisposición a la neurosis obsesiva” teoriza sobre ello. Freud y Lacan desarrollarán la teoría acerca de el goce que puede experimentarse al acumular mierda – dinero.

Es costumbre, que a los caganers se les pinte cara de personajes populares. Este año, por méritos propios, el caganer debería ser el hijo político del que mora en Palacio, en otro rincón del Pesebre, allá por las montañas de corcho tras el lago de papel de plata, donde un impertérrito pescador sostiene desde hace años el mismo pececillo de metal.

Este año habrá que traerse a los que ganaron el Oscar en efectos especiales si queremos ponerle buena cara a su majestad para el discurso de fin de año. Con el ojo morado, las gafas de “la niña de la puebla”, el yerno llevando la corona al COMPRO ORO, y con su partido que ha perdido las elecciones…

Dicen que estas navidades va a barrer como “amigo invisible” una camiseta que pone YO FUI LA ÚNICA QUE NO PASÉ UNA NOCHE DE AMOR CON BARBARA REY .

Pues a su majestad, para que se ponga de buen humor, estoy por regalarle una que ponga delante:

YO NO PASÉ UNA NOCHE DE AMOR CON BARBARA

y por detrás:

PASÉ MUCHAS.

y unos calzoncillos con la leyenda:

HASTA QUE LLEGÓ EL CESID.

Jaime Roig de Diego