Mi pasiónTurca!

Como Turquía es un apasionante país, voy a hablaros de las pasiones que me despierta. Estambul, ciudad cargada de exotismo, mestizajes, sabores, olores y tradiciones le despiertan a uno emociones latentes que quizás desconocía. Antonio Gala, plasmó en medio de este abanico de religiones, una historia de amor desenfrenado que cualquier mujer puede sentir, si se deja llevar por su propia fantasía mientras pasea las hermosas calles de este magnético lugar. Sus hombres de pelo azabache y mirada hipnótica y penetrante buscan la tuya , esbozan sonrisas de labios carnosos y balbucean charlas unilaterales que a cada paso marcado, se desvanecen en el aire. 

Visitar Estambul es apreciar culturas tan diferentes que de otra forma no lo harías. Las mujeres extranjeras aparecemos como blanco perfecto de la diana de los turcos, y más, si van solas. Doy fe, un día en el que me pateé la ciudad sin compañía tres turcos me agasajaron. El primero, pretendió venderme alfombras y en cuestión de segundos me vi sentada en su tienda, tomando el famoso té de manzana, que todos ofrecen según sus cánones de cortesía y estresada ante la oferta de tanto producto persa turco o moro, que no iba a comprar, afortunadamente no me hizo el lío y salí airosa sin complicación. El segundo, profesor de gimnasia me invitó a comer y salió despavorido cuando le dije que estaba casada y que en nada aparecería mi marido con el había quedado allí. El tercero, un magnífico profesional de la seducción, me embistió armado de una sonrisa perlada y otra brutal sensualidad, cuando me disponía a entrar en el ‘Gran Bazaar’   y al punto y sin cortarse un pelo, me recogía del suelo para invitarme a cenar. Entrenada con tanto acontecimiento, le dije que era mujer casada y aconsejé que no gastara tiempo en mí. La respuesta causó  efecto efervescente y desapareció tal que aspirina disuelta en agua.   Más tarde y a su costa, me echaría unas risas con mis amigas. Estambul es altamente aconsejable para solteras en busca de pasiones turcas que desactivan alarmas.

Entre los vítores de los seductores turcos  y rodeada de tanta belleza cultural, sentí verdadera adoración por esta ciudad. El Bósforo, tan carismático y lindado por interminables orillas, puertas de dos continentes, Asia y Europa. Los minuciosos mosaicos bizantinos de la Basílica Cristiana de Santa Sofía. El impresionante ‘Gran Bazaar’ donde puedes comprar imitaciones perfectas de bolsos de marca a un precio irrisorio. El aljibe de Yerebatan. Los más que aconsejables masajes en el Haman (baño turco). Pasear el puente de Galata. La majestuosidad del Palacio Topkapi Sarayi inundado de salones decorados con objetos de incrustaciones rebosantes de piedras preciosas. Las habitaciones de los Eunucos, esos hombres castrados que cuidaban de las concubinas. Las dependencias del Harén, jaulas de oro cargadas de intrigas, celos y amistades baldías, y de pronto, el ambiente te altera tanto el estado de conciencia con tal envoltorio que te acabas imaginando como una de las cuatrocientas mujeres que vivían allí, a la espera de convertirse en “haseki” o favorita del Sultán, colmada de atenciones, joyas y sedas magníficas en esa prisión dorada digna protagonista de 'las mil y una noches'.

 

Y luego ese  mundo Islámico tan gran enigmático. Me impresionó el culto al rezo con los cantos de los imanes y el absoluto respeto en la Mezquita Azul en la que no puedes mostrar brazos ni piernas y debes descalzarte y taparte la cabeza con el velo. Las llamadas a la oración desde los minaretes de la ciudad con cánticos ininteligibles, nos envolvían varias veces al día y producían escalofriantes reacciones entre los extranjeros visitantes. La gente corría de un sitio a otro en búsqueda de algo sin definir. La necesidad de reflexionar mirando a La Meca y esas genuflexiones tan peculiares que en vez de rezar en una mezquita, parece que estan en plena clase de yoga en un gimnasio. Ese silencio tan extraño y translúcido me llevaba a otro estadio. La gastronomía  rica en sustancias en combinaciones absolutamente insólitas para el más exquisito paladar.  El Mercado de las Especias, una locura de aromas, olores, perfumes y dulces, algo extraordinario caminar entre montañas de especias de todo color y sabor que adornan el Bazar.

Turquía o esta cuna de civilizaciones, es un lugar para perderse. Ankara es su capital pero Estambul, la antigua Bizancio de griegos, persas y macedonios. La Constantinopla en la que resistiera el Imperio Romano de Oriente y la niña mimada de los sultanes otomanos que no escatimaron en adornarla con fabulosos palacios y mezquitas hasta bien entrado el siglo XX y partida en canal por el estrecho del Bósforo, acotada por el Mar Negro y el de Mármara y vuelta a dividir en su cogollo más monumental por el resplandeciente tajo de agua bautizado como el ‘Cuerno de Oro’, por todo eso y por algo más fue nombrada 'Ciudad Europea de la Cultura 2010'.  Antes de visitar éste magnífico lugar os aconsejo la lectura de “De parte de la princesa muerta” de Kenizé Mourad, un libro que me marcó profundamente en mis años universitarios y que ahora he podido revivir.

 

Por Cristina Gamero

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