Si te invitan a unas vacaciones en Ciudad Juárez, pasa

Yo nunca recomendaré a nadie que vaya de vacaciones a Ciudad Juárez. Ni si quiera que vaya de paso.

Sin embargo, yo fui. Fue hace dos años.

Fue cuando llegó a Mallorca Marisela, presidenta de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, que  reclama el regreso a casa de las jóvenes raptadas por  las mafias del narcotráfico.

Ya que ella viene aquí,  a dar una conferencia sobre del feminicidio, sustantivo  que se aplica  a las mujeres raptadas y asesinadas, en el estado de Chihuahua –y Juárez donde más-  a las que se tortura antes de poner fin a sus vidas,  ¿por qué no ir yo allá antes de que venga, y así envío crónicas sobre lo que ella luego contará aquí?

Y hacia allá me fui. Me acompañó un amigo, Bernat, y así el viaje se hacía más llevadero.

Cuando llegué a Juárez,  tras volar a México vía Madrid, un hijo de Marisela, Rawi,  nos estaba aguardando en el aeropuerto, que nos llevó hasta donde estaba esta. Nos dijo que teníamos surte, porque hoy llega desde México DF una caravana de mujeres denunciado el Feminicidio. Una caravana que había partido de la capital mexicana veinte días antes y que había recorrido muchas ciudades denunciando las desapariciones de jóvenes.

Con Marisela, y su hijo, nos acercamos hasta un punto concreto de la carretera a esperar  a la caravana.  En ese lugar había una cruz pintada de rosa, clavada en el suelo. “Las cruces como esta se colocan en lugares donde fueron encontrados cadáveres de jóvenes desaparecidas”, nos dijo .

La caravana llegó a la media hora de estar esperando. La encabezaba un coche sin capota pintado de rosa. En él iban varias mujeres, una de las cuales hacia sonar una campana. En un cartel de uno de los coches de los acompañantes se leía Éxodo por la vida. Nos pusimos en la cola,  y al rato llegamos a una explanada, en el extrarradio de Juárez.  Allí nos detuvimos, ya que no hacia mucho tiempo, en ese lugar, habían sido descubiertos más cadáveres de jóvenes.  De ahí que  allí, algunas de las mujeres que iban en el coche descubierto, saltaran a tierra y explicaran que  sus hijas un día fueron raptadas, y desde entonces no se ha vuelto a saber nada de ellas.

 

En el lugar, además de las mujeres de la caravana y de sus acompañantes, se dieron citas numerosos periodistas. Pero no vimos a ningún político. “Ellos se desentienden de esto –escuchamos decir a una mujer-, por eso no están aquí”

Tras los parlamentos, ese grupo de mujeres sacaron unas cruces pintadas de rosa  y las clavaron en el suelo. “Mañana, seguramente, ya no estarán aquí –comentó otra-. Alguien se encargará de hacerlas desaparecer. Aquí no interesa que se recuerde a nuestras hijas. Pero si las quitan, colocaremos otras”

Otro día me presentaron a otra mujer que vivía en una modesta casa de un barrio de la periferia de Juárez. Hacia casi un año,  a su hija la había raptado saliendo del trabajo. A su hija y a una compañera, “aunque esta tuvo suerte y logró escapar. Pero mi hija, no. La encontramos, semanas después, muerta”.

Le pedimos a la mujer que nos acompañe hasta donde está enterrada su hija.  Al llegar al cementerio municipal, tras buscar la tumba, “pues esto, desde la última vez que vine, ha crecido mucho”, nos dijo, la mujer se situó frente a ella. “Ahí abajo está –dijo, señalando hacia el suelo-. No pudo vivir muchos años, ellos se la llevaron. Pero ¿por qué motivos, si era una buena chica…?”

Alguien nos contó que las mafias raptan a las mujeres por tres motivos. Uno,  para en el transcurso de un fiesta que hacen en sus guaridas abusar de ellas hasta matarlas. Dos, cuando alguien quiere entrar a formar parte del cartel, el jefe le da a una de esas chicas para que abuse de ella y luego la mate. Si lo hace, demuestra que tiene buena madera de sicario, por tanto le contrata. Y tres, para prostituirlas en cualquier lugar de la frontera con Estados Unidos.

No hacía mucho que había leído El poder del perro, donde  contaba las atrocidades que los narcotraficantes cometían –cometen-  en los estados  de Chihuahua, al que pertenece Juárez, y Sinaloa, especialmente. Pues bien, ahora  estaba teniendo conocimiento de ellos de primera mano y en alguno de sus escenarios.  ¿Cómo se puede vivir así, con el temor de que pueden ir a por ti cualquier día, o equivocarse de persona, pensando que eres tú el objetivo a batir, o encontrarte en medio de una refriega entre sicarios y llevarte la peor parte, un par de tiros que te mandan al otro mundo…? “Pues no hemos acostumbrado a este tipo de vida”, contestó el camarero de un bar del centro que nos sirvió un par de tragos, y que nos recomendó que si no teníamos muchas cosas que hacer por allí que nos largáramos.

A través de las ventanillas del coche del hijo de Marisela recorrimos parte del centro, inmerso en la mayor de las soledades, sobre todo el que está próximo al puente fronterizo que te llevará a El Paso, tras larga espera,  pues los trámites de la aduana norteamericana son muy concretos y completos, lo que ralentiza la circulación de vehículos. En esa zona pudimos ver numerosos pasquines con fotografías de jóvenes desaparecidas, puesto allí por sus familiares en un  vano intento por recuperarles en el supuesto de que alguien pudiera aportar noticias de su paradero. Pudimos también ver que  lo que había sido punto de encuentro para ir de fiesta, repleto de negocios de ocio y de prostíbulos, estaba en el mayor de los abandonos. “Los narcotraficantes, al querer controlar el vicio, terminaron con todo esto”. Por otra parte, la circulación por esas calles  era mínima. Pocos coches, menos viandantes y sí bastantes militares y policías controlando, o haciendo como si controlaran.

El día antes de regresar a España casi fuimos testigos de lo que nos quedaba por ver, y de lo que a diario hablaban los diarios locales: un asesinato en plena vía pública.

Fue en una de las calle que salen a la avenida que conduce al aeropuerto. Sentimos un par de detonaciones, y al girar nos encontramos con un tipo tumbado en el suelo a quien una mujer cubría con una sábana. “Seguramente le han  matado porque no cumplió lo pactado, o se fue de la lengua”, nos dijo un periodista que había ido a cubrir el suceso, aunque no con mucha pasión, “pues estamos acostumbrado a esto,  a diario”

¿Qué cual es la situación de la prensa en esta ciudad? Mala. Pésima. Hay que escribir con mucho cuidado. No ha sido el primer periodista que han matado por decir la verdad.

 

A Choco, por lo que contó en su crónica diaria, pagó con su vida. Es evidente de que a algunos no les gustó lo que contó.

Sus compañeros le recuerdan con una fotografía suya que ilustra el mural que pende en la entrada del diartio al que pertenecia.

Por eso, y porque el alcade de la ciudad vive en El Paso (EEUU), a donde sus hijos van a escuela, y desde donde cada mañana cruza la fontera para ir a su despacho escoltado por varios coches de policías armados hasta los dientes, es por lo que le recomiendo que pasen si alguien  les invita a ir de vacaciones a Ciudad Juárez.

Una vez en Palma me entero que el yerno de Marisela había sido asesinado a tiros.

Dias antes, el hijno de Marisella había estado hablando con él a traves del celular. Le había contado que los militares y la policía mexicana, de regreso de El Paso, le habían parado, registrado y quitado bastante dinero y su movil. ¿Por qué no lo denuncia?, pregunte a Rawi. "Porque es peor. Aparte de que no solucionaría nada, podría trener problemas"

 

Pedro Prieto

 

 

 

 

 

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