Parafraseando a uno de nuestros grandes empiezo así ”Caminante no hay camino se hace camino al andar ...y al volver la vista atrás” sabrás que a Sicilia la has de volver a pisar, porque siempre encontrarás algo más que poder observar. Sigo como los clásicos de esos que me leía mi abuela...y...”Había una vez” una tierra abundante y hermosa, repleta de lugares preciosos y olvidados. Llena de recovecos especiales y mágicos que retrotraen momentos antiguos que pareces haber vivido en otros siglos. Como si un karma se te pegase en el ojo del tiempo y te llevara saltando grácilmente como un elfo de un movimiento artístico a otro, sin importar el peso de la distancia y los acontecimientos históricos. Sicilia es con mayúscula la isla más completa del mediterráneo, telúricamente no le faltan volcanes con nombre de mujer, islitas satélites, terremotos famosos y tierras fértiles perfiladas por el escupitajo parpadeante de su bravuco mar. Tampoco le faltan pueblos hermosos y gentes radiantes como Pirandello y Salvatore Quasimodo, dos Nóbeles de literatura concedidos en un tiempo récord, con una diferencia de sólo veinte años. Sicilia para mi es femenina, fuerte, orgullosa, temperamental y culta. Físicamente es como una de esas mujeres protagonistas de algún clásico de cine tipo Anita Ekberg en "La dolce Vita” de Fellini que aunque paseara la Fontana de Trevi parecía andar entre "Les cuatre canti” de Palermo o por la "Piazza Pretoria" confundiendo su voluptuoso cuerpo junto al escultural de las propias impávidas que te miran desnudas,  por eso también conocida con el mal nombre de la "Plaza de la Vergüenza”.

Sicilia también fue española en aquella época en la que nuestro imperio no tenía fin, el padre del loco que taló nuestros bosques para armar la invencible, fue su emperador. Carlos I de España y V de Alemania, la fue a visitar como el marino que deja en el puerto a su amada para siempre cuando se hace a la mar. Sicilia merece ser amor de siempre y los palermitanos más. Palermo es un universo concebido desde el caos y en él convive la armonía pasmosa del suave sirocco que llega desde África. Cansino riega las callejuelas y la ropa en los tendales de los balcones que seca rápidamente para colarse entre las rendijas de sus iglesias que parecen competir a cada lado de la misma calle. Ese mismo aire es el que también invade de ánimo y alegría el espíritu de la gente que colmados de seguridad y carácter venden enormes manjares en sus gigantescos mercados, a precios que ya no existen. Los hombres son como los de aquí de antes, ya extinguidos, de los de verdad, seguros de sí, viriles ygalantes, de los que te cuidan siempre infieles a mucha honra y miran con descaro a todas, sintiéndonos especiales. Esos que noblemente te abren la puerta y te encasquetan un piropo perfecto ni antes ni después sino justo a tiempo. De los del pelo en pecho y sin complejos alopécicos, de los que huelen a la vez a todos los elementos, como este lugar a mar, aire, tierra y fuego. Yo quiero vivir en Palermo, poner un restaurante de tortillas de patatas y servirlas a cachos a cada hombre que pase, de hecho no me iba a ir de esa tierra sin besar a uno de esos ejemplares, por lo que decidí instaurar una nueva tradición española en Sicilia, besar a un parlemitano el primer día del año. Aquí las uvas, allí las lentejas, ahora será encajar besos a cualquiera!

Palermo, parole, parole, parole, palermo, ay ese dueto! eso mismo le diría a esta ciudad y a esta tierra como Alberto Lupo a Mina, convenciéndola ya de que mi profundo amor por Palermo, Cefalu, Agrigento, Siracusa, Enna, Catania, Messina, Islas Eolias, Égades, Pelagias, Pantelleria y Ústica no se queda tan sólo plasmado en simples palabras! sino forjado con hierro fundido en el alma!.

Por Cristina Gamero