Dios mio, Dios mio, Dios mío. Vale, también tuyo, si quieres. ¡Menudas semanas las últimas! El tiempo pasa volando, lo sabe todo el mundo, pero es que el mío va con reactor nuclear turbo diesel inyección. Esto no puede ser. Cada semana me propongo dejar un post en NO ME PISES EL TUTÚ, y de verdad que me cuesta conseguirlo por el trajín de tareas que debo llevar a cabo sí o sí. Editar la revista es uno más de esos maravilloso placeres que me inpongo a diario, pero como periodista, actriz, vendedora, organizadora de eventos, madre, cocinera, limpiadora, esposa y amante, entre otros menesteres, me resulta un esfuerzo titánico cumplir con la agenda. Y eso que la mía no es oficial, pero si oficiosa. En fin, que entre cosa y cosa me detengo a pensar un minuto y llego rápidamente a la conclusión de que se impone una parada técnica para repostar energy. Una energía absolutamente necesaria para afrontar la que se me viene encima. Trabajo, nuevos proyectos, funciones de teatro, doblaje, organizar la comunión de mi peque, son algunos de los quehaceres actuales. Aunque uno reina sobre todos los otros y me produce especial ilusión. Por eso he impuesto una huelga china a mi yo. Vamos, que en términos pokerísticos,  veo lo tuyo y lo doblo.

Para empezar, nos trasladamos. Vamos que nos mudamos de web, que es casi como hacerlo de casa, pero sin tener que envolver el cristal, la loza y la plata. Parece que fué ayer y vamos camino de un añito editando INMTK. Un sueño de un grupo de amigos que gracias al esfuerzo y tenacidad colectivos, se nos está poniendo grandote y fuerte. Para que luego digan que hay sueños inalcanzables. Yo creo en los sueños. Y en los milagros. Y más en tiempos perros como éstos en que se nos está arrebatando la alegría a diestro y siniestro. Soñar es fácil, y poner en práctica los sueños, no tanto, pero no imposible. Supongo que cuando la sociedad toca fondo de alguna manera, se pone las pilas, y se propulsa para salir a flote. Es un instinto nato de supervivencia. Y de lucha necesaria.

De pequeña soñaba con hacer un montón de cosas, y por Dios, que las hago. Aunque no sé muy bien si eso es bueno o malo. No tengo apenas tiempo para sentarme a garabatear con mi hija pequeña o tirarme al sofá a leer un libro o dar un paseo con mi perro, aunque lo saco de donde haga falta. Supongo que se lo debo a esa duplicidad propia de géminis. Esos que tienen la cabeza en las nubes y se interesan por todo, aunque las malas lenguas digan que luego no acaban nada. Mi abuelo me decía que mejor pocas cosas y bien, y tenía toda la razón. Pero a mi lo "poco" me sabe a poco y por eso tengo ese don especial de meterme en todos los saraos habidos y por haber. Y en ese frenético día a día es como mejor me siento, aunque tenga apenas tiempo para las cosas sencillas, las que te alegran la vida.

Pero es que ahora andamos faltos de alegrías. Basta ver cómo anda todo. Cuando la gente creía que la cosa no podía ir a más. Ha ido. Y por eso me afaño en poner pies en polvadera, no sea cosa que al final los mayas tengan razón y se acabe pronto el tinglado. A mi , por si acaso, me va a pillar muy liada y si se cae la casa no estaré dentro. Fijo. Al menos pondrán en mi epitafio: ni un minuto quieta. Y eso me encanta, sentirme en todos lados y en ninguna parte. Sembrando, regando, recogiendo, pintando, escribiendo, creando, compartiendo, organizando, queriendo, gozando...

Y ahora más que nunca tengo a los gemelos trabajando. Una parte de mi yo, centrada en la mudanza de la revista, a la que le dedico mucho esfuerzo e ilusión y la otra mitad atendiendo a todo lo demás. Mientras uno bate huevos para una tortilla, el otro termina unas gestiones por teléfono. Mientras el más inquieto escribe un dosier, el otro piensa cómo escaparse a hacerse el tinte. Vaya, un festival de actividad que concluye con algunos sintomas totalmente comprensibles. Pero en cualquier caso, tranquilos, no hay dolor. 

Como decian el la película Fama :"¿Tienen grandes sueños? ¿Quieren Fama? Pues la fama cuesta, y aquí es donde empezaran a pagarla...con sudor"

Soñad y sudad. Al final tendremos recompensa.

Sandra Llabrés