Voy a ser una abuela de oro.
Biel Pol: - ¡Joana! Cada vez que vienes de visita tengo que reorganizar mi cuarto de baño y reabastecerme de mis potingues. ¡Tráete tu propia crema antiarrugas, hazme el favor!
Joana Pol: - Si yo la traigo, Biel, pero tú usas una cosmética mejor y no puedo resistirme. Además, sólo me he puesto un poquito de contorno de ojos.
BP: - Pero Joana, yo uso cosmética específica para hombres, y no sirve igual, estas cosas las fabrican a base de hormonas, ya sabes, ¿y si te empieza a salir pelo facial?
JP: - Tranquilo que pelo facial ya tengo, me afeito el bigote desde los catorce años, que lo sepas.
BP: - ¿No lo he de saber, demonio de mujer, si cuando te descuidas de afeitártelo a los dos días pareces el Kaiser Guillermo? Puedes estar segura de que la cosmética para hombres te va a reforzar esos pelos.
JP: - ¿Tú crees?
BP: - ¡Claro! Con las hormonas no se juega.
JP: - Oye, y si en lugar de ponérmela en la cara, me pusiera esa cremita en el cuero cabelludo, ¿tú crees que me reforzaría el cabello?
BP: - ¡Seguro! ¡Acabarías teniendo los pelos como alambre de gallinero! Anda, deja en paz mis potingues y usa los tuyos. ¡Qué cruz! Además, no sé para qué te emperifollas tanto, si está claro que a ti los potingues no te hacen efecto.
JP: - ¿Qué insinúas?
BP: - Pues que pareces exactamente de la edad que tienes, y no lo insinúo, te lo digo bien clarito.
JP: - Tienes razón. En lugar de querer evitar a toda costa volverme vieja, que de todas formas es una batalla perdida, debería concentrarme en convertirme en una abuela de oro.
BP: - Explícate.
JP: - ¿Te acuerdas de Betty White?
BP: - Claro que sí, es una de las Chicas de Oro.
JP: - Pues mira, mira el calendario que se ha hecho, mira las fotos. ¿Qué me dices ahora?
BP: - ¿Qué quieres que te diga? Pues es una abuela preciosa, pero tampoco parece más joven.
JP: - Sí, pero no estás viendo lo que yo quiero que veas, jolines. ¡Es Betty White! Ya presumía de ser vieja y fabulosa hace más de treinta años, y gracias a eso hoy la ves en este calendario treinta años más vieja aún, preciosa y estupenda, vestida como una estrella de cine y rodeada de jovenzuelos guapísimos. ¡Es una abuela de oro! Tal vez debería dejar de afeitarme el bigote, quién sabe hasta dónde podría llegar en los próximos treinta años si presumiera de semejante atributo facial.
BP: - ¡Eres diabólica!