Fantasmas
El otro día, esta misma semana, los medios de comunicación se hacían eco de una noticia curiosa, cuando menos: Un monstruo multiforme aterroriza a diversas poblaciones de Suráfrica. Ahí es nada. Esta historia me recordó a otra que leí hace ya algunos años y que me dispongo a recomendar ahora.
El libro en cuestión recibe el sugerente título de “Fantasmas”, vio la luz en 1989 y viene firmado por el autor norteamericano Dean Koontz, que para quien no lo conozca, puede ser considerado uno de los grandes maestros del terror y el suspense de las últimas décadas. En él se nos plantean una serie de sucesos verdaderamente inquietantes:
Jenny (doctora de profesión) lleva a su pequeña hermana Lisa al pacífico pueblo de Snowfield, para pasar unos días lejos del estrés de una populosa ciudad como es Los Ángeles. Nada más llegar a casa, encuentran la primera víctima de lo que más tardé descubrirán que ha sido la aniquilación completa de un pueblo. La fallecida presenta un aspecto hinchado y completamente amoratado, sin sangre, sin rasguños. A priori una muerte extraña aunque limpia. Jenny descarta cualquier tipo de enfermedad conocida, sobre todo cuando otras víctimas aparecen teatralmente descuartizadas (manos cortadas de cuajo empuñando un amasador, cabezas en el horno...). Las luces del pueblo se apagan a la vez, las sirenas rugen junto a las campanas y las alarmas de los coches. ¿Enfermedad? ¿Un loco? ¿Un grupo de asesinos? ¿Animales? Ni todo ello junto podría hacer tal cosa. Y además, un raro mensaje, escrito de forma apresurada: Timothy Flyte - El Antiguo Enemigo".
A mi modesto juicio, para quien desee pasar ratos agradables (o no, eso ya depende de lo aprensivo que pueda ser el lector), “Fantasmas” es una obra más que recomendable. Por cierto, y esto es uno de sus puntos fuertes, el trabajo de Koontz, salvando las distancias naturalmente, nos retrotrae al genio H.P. Lovecraft y a sus más profundos y estremecedores terrores atávicos. Y eso, en los tiempos que corren, es mucho decir.
Luego habrá, como siempre, quien adopte una actitud “sesuda” y diga que el libro no superaría ni el más pequeño de los análisis científicos. Pero eso, es otra historia.
James W. Knight