Furiosa

 

¡¡¡Dios mío!!! ¡No sé si cortarme las venas o dejármelas largas! Creo que como siempre me han ido los peinados extra long, voy a dejar que mis ramificaciones internas sigan intactas, aunque en verdad hay días en que cometería una fechoría. Un atentado contra mí misma, porque si me tengo que cargar a todos los que me cabrean en este mundo, cualquier dictadorcillo loco y antisemita parecería un mero aficionado al lado de mi furia, así que acabaría antes de la otra manera. El problema es que me agarro a la vida como una bomba lapa a su objetivo en el marco de una emboscada en una revuelta árabe (a elegir, hay muchas).  ¿Que qué me pasa? Nada. Solo es que estoy furiosa y lo mejor de todo es que no sé ni por qué. ¿La furia es contagiosa? La rabia, ya sé que sí. Pero,  ¿soy realmente nociva para todos aquellos que me rodean? Ay madre!! solo con  pensar que cada vez que toso o estornudo mi furia se propaga a 65 kilómetros por hora llevándose a todo aquel que tenga a tiro por delante, me pongo mala. Pero no puedo hacer nada. Es decir, no puedo dejar de estornudar , todo el mundo sabe que en eso tú no mandas. Y encima es imposible abrir los ojos durante el estornudo. Es como si estás diciendo ¡voy a propagar mi furia por todas partes y  no quiero ni verlo! ¡Qué horror! Estoy furiosa y nadie me lo ha diagnosticado. Pediré urgentemente hora para un especialista, pero ¿cual?...a ver, déjame pensar.

Puedo empezar por el médico de cabezera pero me dirá que él también está furioso porque los recortes aplicados en medicina solo merman la calidad asistencial de los usuarios además de provocar un serio bloqueo en la comunidad médica que entre otras cosas solo ven subidas de azúcar o tensión, en lugar de sueldo. Podría consultar a un farmacéutico, ya lo dice la tele, ellos siempre tienen una respuesta para todo, aunque es probable que me mire perplejo y me diga que existe un medicamento pero que no está subvencionado y lo peor de todo, se le ha acabado y como no tiene cash para pagar otro cargamento, que me pase el mes que viene. ¿Un mes? ¡Puedo morirme con un ataque extremo de furia! Aunque supongo que algún vecino caritativo marcaría por mi el 112 y llegaría la ambulancia en menos de 5 minutos y me reanimaría y todo quedaría en un maldito susto. Eso, a no ser que el conductor de la ambulancia todavía más furioso que yo se limitara a enseñarme su culo, como hicieron sus compañeros ante el Ib-Salut el pasado octubre para protestar contra los retrasos en los pagos de las nóminas. Vaya panorama. Muriendome de un ataque de furia y el conductor de la UCI enseñándome sus calzoncillos. Surrealista, pero posible.

Mejor consulto con la psicóloga del cole de mis hijos que es muy maja. Aunque me expongo a que me vomite encima todas las frustaciones que tiene que soportar sus pequeñas espaldas de todo el profesorado que además de desanimado por la congelación de sus royaltis desde hace años ahora se suma el hecho de que tienen que hacer de polis de guardería ante la avalancha de fechorías del alumnado. No, ni hablar, olvida la psicóloga. Ya sé, consultaré con el asesor de empresa, ya que mi  marido le paga religiosamente la cuota, y tal vez podrá sacarme, quién sabe, de dudas. Pero es probable que me cargue de cifras inconexas, estadísticas contradictorias y en un acto de compasión me quiera explicar el derrumbe de las bolsas europeas y de cómo la bola de nieve griega se ha convertido en una avalancha para el resto de países. ¡Noooooo! Estoy demasiado furiosa para esa dosis innecesaria de crueldad extrema. ¡Estoy furiosa, estoy furiosa!

A verrrrrr, ¿quién demonios puede calmarme? Ya sé. Acudiré a un cura. Creo que no hablo con ningún representante de Dios en la Tierra desde mi primera comunión, pero haré el esfuerzo. Ellos saben recetar milagros. Seguro que hay alguno por ahí que me sirve, aunque solo me aligere los síntomas. Dicho y hecho, me voy a la parroquia. Mala hora he elegido, estan a punto de comenzar las clases de catequesis y si no he bebido juraría haber visto una señora muy mayor, probablemente la catequista, gritar muy furiosa y como una loca a unos pequeños diablos que se han subido a su joroba, aunque todo eso es insignificante comparado con la cara de manzanas agrias que pone el rector al mirar en la cesta de la recolecta. Hasta el Cristo de la pared se acaba de soltar de una mano para hacerme un gesto. No sé si en un acto de amor, me enseña la salida más próxima. Mejor me voy que Dios se está calentando.

Dirijo mis pasos hacia al super de la esquina, compraré verdura para hacer una crema, a ver si me calmo. La vendedora por poco me saca un ojo con el manojo de puerros tal es su enfado porque no le pagan horas extras y encima curra los domingos. Pobre. Pero lejos de notar mejora, noto como la furia se retuerce en mi interior y amenaza con salir de alguna manera. Intento mantener la calma y en un movimiento estratégico me meto en la peluquería, ¡zas!. Tierra santa. El olor a champú, los potingues, las butacas y el ruido del secador de pelo me reconforta. Me siento y cojo el Hola a la espera de que me peinen las ideas. Pero diez minutos y dos revistas después huyo despavorida ante la avalancha de conversaciones sobre la crisis y lo mal que está el mundo. ¿No pueden hablar de Paquirrín y la abuela folclórica como todo el mundo? Eso me enfurece más todavía. Desorientada realizo diversas visitas en busca de remedio. Paso por correos, la tintorería, la ferretería, el veterinario, la carnicería, el ayuntamiento, el bar, la tienda de cosmética y el mecánico, entre otros. Y nada. Lo único que encuentro son más motivos para seguir enfurecida. De hecho me acabo de abonar para el resto del año.

Pero seamos positivos. Menos mal que ya es Navidad, lo han dicho por la radio. Y que el próximo jueves estrenan la nueva entrega de la saga Crepúsculo. Podré ver cómo Eduard y Bella se casan, por fin.¡Viva el triunfo del amor! Aunque sospecho que su matrimonio les va a chupar la sangre como al resto de los mortales. Eso me calma. Pensar que a los demás las cosas les van igual o peor que a mi alivia temporalmente mis sintomas. Y que el domingo iremos a votar bajo la lluvia también. Respiro profundamente y compruebo el saldo de mi visa. ¡Al ataque!

 

Sandra Llabrés

 

 

Diccionario:

 

ramificaciones: varices inexplicables.

 

bomba lapa: tu hija cuando sabe que has cobrado.

 

revueltas árabes: árabes con dolor de barriga.

 

bloqueo: cuando te equivocas por tercera vez de pin.

 

vecino caritativo: ¿Francia? ¿Alemania? no sé...

 

frustaciones: las muchas que tienes cuando te acabas de mojar la cabeza y no hay champú!

 

cuota: cosa que pagas por no ir al gimnasio.

 

bolsas europeas: bolsas que viajan.

 

peluquería: refugio nuclear.

 

correos: si podéis, claro.

 

ayuntamiento: lugar donde no hay que ir nunca de 10 a 11, estan todos en el bar!!!

 

catequesis: reunión de colegiales con una abuelita santa.

 

joroba: y mucho, que solo queden entradas para la primera fila del cine.

 

crepúsculo: encuentro con un vampiro sexy que a pesar de ser un baby y tu una cuarentona, te pone.

 

visa: sueños  recargables.

 

 

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