IN NY

Esta semana quiero hacer un homenaje a la ciudad de Nueva York porque está en nuestras mentes y porque lo merece. Han pasado diez años desde aquella fatídica fecha en la que siempre recordaremos qué estábamos haciendo cada uno de nosotros, justo en el momento en el que sucedieron los brutales atentados.

Ese día, estaba ojeando una revistilla en la sala de espera de un dentista en Madrid, ciudad en la que vivía en aquel tiempo, cuando en la tele sin sonido pasaban incesantemente imágenes de un avión atravesando una de las Torres Gemelas con la misma facilidad con la que deslizo el filo de un cuchillo en la mantequilla. Boquiabierta olisqueé que aquello no era el trailer de una nueva película de ciencia ficción, después, vino lo siguiente, el gran drama y ésas terroríficas escenas que quedarán archivadas en la biblioteca de nuestras retinas para siempre. Jamás podré olvidar imágenes tan impactantes por terroríficas que nos hicieron cerrar los ojos y bajar la cabeza de aquella gente atrapada en la ratonera en que se convirtieron las torres y que en pleno pánico lanzaron sus cuerpos al vacío después de haber elegido por instinto la forma en la que preferían perecer. Siempre recordaré las letras de mi admirada Oriana Fallaci que retirada desde los años noventa por una grave enfermedad, decidió volver a escribir tras el 11 de septiembre de 2001, día de la catástrofe y de la que fue testigo inmediato como ciudadana neoyorkina. No obstante prefiero hacer un tributo más naif y optimista y resaltar las bondades de Nueva York más que seguir escribiendo sobre esa memória.

Han sido cuatro veces las que he podido disfrutar de las calles, avenidas y pequeños y grandes barrios como West Side, Little Italy, Queens, Brodway, Tribeca, Soho, Madison Avenue y un largo etc... Tuve la gran suerte de poder estudiar en  EEUU cerca de Boston y me cogí sendos autocares para poder visitar la ciudad a cada estación recién inaugurada. Es impresionante observar el cambio de pigmento de las hojas de los árboles de Central Park en otoño. Es genial mezclarte entre la gente que frecuenta el Rockefeller Center en Navidad y admirar su mítico arbolito que como manda la tradición, se ilumina con treinta mil luces cada 2 de diciembre desde 1931 y por qué no animarte a patinar sobre hielo en la pista que montan por esas fechas? Es aún más increíble poder ver la ciudad a vista de pájaro desde el Empire State y fácil quedarte pasmado con las vistas desde la isleta que ocupa la Estatua de la Libertad al cruzar el río Hudson y viceversa.

El puente de Brooklyn me huele a Woody Allen. El Moma retumba Pop Art de Lichenstein y Andy Warhol. El ambiente de la ciudad retrotrae relatos de ‘la Generación Beat’. Me encanta la arquitectura del edifico Chrysler tan elegante y atemporal. Los emblemáticos taxis amarillos emulan  “Taxi driver”  de Scorsese con Robert de Niro o al revés. Cada año se ruedan más de cuarenta mil producciones en esta ciudad. Me flipan los carteles de luces de neón de Times Square que empezaron a brillar en 1916 con Coca-cola como primer anunciante pero aún me flipa más que Michael Bloomberg, poseedor de una de las grandes fortunas de América haga de alcalde de Nueva York, cobrando un dólar simbólico al mes por su gran labor, eso sí que es amor por la tierra y podrían tomar ejemplo muchos otros. Qué grandes los emblemáticos diamantes de Tifany&Co, las famosas cupcakes y qué me dicen de tomarte los deliciosos y grasientos Bagels y huevos a la benedictina y muffins como brunch de fin de semana después de una gran resaca!. No voy a hablar de “Los Manolos y el Sexo” pero sí de los oasis urbanos que florecen en las azoteas y que a ninfas urbanas como yo, les gusta contemplar por ahora desde el libro ‘New York Rooftop Gardens’ que abre las puertas de estos espacios y sus fotografías asoman una perspectiva de la ciudad totalmente desconocida, vedados al visitante mortal. Me gusta todo de esta gran ciudad. Qué le voy a hacer!!! Y mentalmente parafraseo al brillante John Malkovich en “Las amistades peligrosas” cuando al abandonar a la sublime Michelle Pheipher le repetía constantemente  -¡porque no puedo evitarlo!...

Y acabo haciendo un poco de histórico. Se imaginan osos deambulando Harlem? Y peces y nutrias nadando en el Bronx? Pues poco más de cuatrocientos años nos separan de esa foto de la isla de Manhatan, entonces, un enorme bosque repleto de una rica variedad de fauna y flora. El primer visitante llegó en 1524, el navegante Giovanni de Verrazzano que se encontró con nativos Manahattoes y Canarsies mientras buscaba una vía de paso a Oriente. En 1614 pasó a ser de los holandeses y crearon Nueva Amsterdan pero en 1664, los ingleses conquistan sin enfrentamientos la ciudad y cambian su nombre por el de Nueva York, en honor al duque de York  y así nace esta grandiosa urbe tan querida, imitada y añorada y que poco más que el poder de la naturaleza que siempre nos manda podrán destruir!...

 

Por Cristina Gamero

 

 

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