La casa de jengibre solidária
¿Te imaginas que tu casa estuviera hecha de galletas de jengibre, que de tu chimenea salieran palomitas de maíz o que de tus paredes colgaran deliciosos cuadros hechos de golosinas?
¡Y qué decir si tu puerta fuera de chocolate! Más de un mordisco ya le habrías dado y a estas alturas puede que ya no quedase nada de ella. Pues como si salida de un cuento de Hansel y Gretel me he encontrado yo esta semana. Esta es la historia de una exhibición en Londres, en la cual he tenido la oportunidad de degustar una lámpara de golosinas y de probar las cupcakes (las magdalenas inglesas) de un jardín muy especial, el de la casa de Jengibre.
Érase una vez… El pasado fin de semana, la construcción de una casa gigante de galletas de jengibre. En la cual sus paredes, sus cuadros, su chimenea, su jardín y hasta sus plantas eran comestibles. Todo estaba hecho de dulces y golosinas y donde la cola de la entrada a las instalaciones era más larga que la trenza de Rapunzel.
La casa se exhibió en el centro comercial de Brunswick en el barrio de Bloomsbury en Londres. Fue construida por la empresa de arquitectura Almanac en ayuda para recaudar fondos para el hospital de Great Ormond street. Este hospital ubicado en Londres, es uno de los centros internacionales líderes en el cuidado y tratamiento de niños enfermos. Desde su creación en 1852, este hospital se ha dedicado al bienestar del niño y sobre todo a la mejora en investigación y desarrollo de nuevos tratamientos médicos. Aproximadamente 170.000 pacientes visitan el centro cada año. No solo llegan del Reino Unido, sino de todas partes del mundo.
Su organización tiene un programa benéfico que recauda fondos, con la ayuda eventos, ferias y exposiciones, para nuevas investigaciones y tratamientos con una meta de contribución de 50 millones de libras al año.
En la casa de Jengibre, los niños hambrientos de todas las edades, hemos visitado al hombre de jengibre, al pastelero y la pastelera, al hombre del acordeón que nos ha hecho bailar y saltar con su folk inglés durante la cola interminable. También nos hemos sentado a escuchar cuentos clásicos en el jardín de las magdalenas, nos hemos paseado por la casa que desprendía un olor profundo a chocolate y hemos resistido la tentación de darle un lengüetazo a las paredes o de comernos las cortinas.
Eso sí, hemos decorado nuestras propias galletas de jengibre y además hemos contribuido con una pequeña donación a este magnífico hospital. Una tarde muy golosa y solidária.
Aquí, en Londres