Por Karel Deprez

“Todas las drogas son una pérdida de tiempo absoluta. Te destrozan la memoria, tu auto-estima y todo lo que tienes a tu alrededor. No son nada buenas, pero no voy a dar la vuelta al mundo hablando en contra de ellas.” Kurt Cobain.

Cobain era el líder del grupo Nirvana. A los 27 años se suicidio pegándose un tiro con una escopeta después de tomar Valium combinado con heroína. Cobain empezó su espiral hacia la muerte cuando terminó con una ulcera de estómago a consecuencia del uso de un fármaco contra el dolor crónico que sufría. El mismo admitió que lo único que le aliviaba del todo era la heroína. Llevaba medicándose desde que era un niño, sus padres se divorciaron cuando él tenía ocho años y el estrés de la situación le causó síndrome del colon irritable, una enfermedad que conlleva mucho dolor.

Cobain es uno de una larga lista que podría empezar por Marilyn Monroe y terminar en Whitney Houston, pasando por Elvis Presley y Jimi Hendricks en los 70, por Heith Ledger (brokeback mountain), Michael Jackson y Amy Winehouse. Todos tienen en común que sus muertes prematuras son debidas a sus adicciones a los fármacos. Casi todos a fármacos contra el dolor. Lo que es preocupante es que esto empieza a ser algo cada vez más frecuente, apenas han pasado dos años de la muerte de Michael Jackson.

La muerte de Jackson dejó de piedra a medio mundo. Especulaciones sobre sus abusos de fármacos surgieron rápidamente, ya que sus problemas con ellos eran vox populi desde que se lesionó en el rodaje de un anuncio en los años 90. Con el tiempo se ha descubierto que su médico personal le inyectó con varios tranquilizantes para ayudarle a dormir después de un tranquilizante oral. Un coctel letal que en un espacio 9 horas pasó por valium, lorazepam (un tranquilizante), midazolam (un sedante), terminando con una dosis de propofol (un anestésico potente) a la 10:30 de la mañana a insistencia del cantante. Media hora después Jackson no respiraba.

Los famosos son la cara visible de un problema que está creciendo rápidamente y deja indiferente a la industria más grande del mundo. La industria farmacéutica genera 700.000 millones de euros al año globalmente y sus ingresos van en aumento, independiente del clima político que haya. Supervisando la industria farmacéutica mundial está la FDA, la agencia americana que aprueba y regula hasta el 25% del PIB de EEUU y cuyas normas suelen servir como modelo para aprobaciones de leyes sanitarias en la mayoría de países.

Stephen Fried es un periodista y escritor americano cuya vida cambió cuando Diane, su mujer, tomó un antibiótico llamado Floxin, prescrito por su ginecólogo para combatir una infección urinaria. Horas después de tomar una sola pastilla, Diana estaba en la UCI en estado semi-comatoso sufriendo un delirio. Fried se quedó de piedra cuando escuchó que los médicos tenían hasta una palabra para describir lo que pasó a su mujer: “she floxed”. Esta experiencia llevó a Fried a escribir un libro llamada “Bitter Pills” en el que expone los peligros de las medicaciones. Llevó a cabo varios estudios cuyos resultados están en el libro. “Como periodista y marido desesperado, estuve investigando si mi mujer había sido víctima de un error médico, o si se había convertido en una simple estadística aceptada por la industria farmacológica, una víctima de fuego amigo en la guerra contra la enfermedad.” Fried descubrió que más de 100,000 americanos mueren cada año de reacciones adversas a fármacos, y que los efectos secundarios a las medicaciones se habían convertido en la primera causa de muerte en EEUU, matando más que el  doble de personas que las sobredosis de heroína o cocaína. En 2010, una de cada 20 personas mayores de 12 años, unas 12 millones, utilizaban anti-inflamatorios de manera habitual y sin necesidad médica.  Fried concluye que “el abuso de fármacos está llegando a niveles epidémicos y las muertes relacionados a este problema rompen récords nuevos cada año. La tasa de muerte ha incrementado un 68% en los últimos 5 años.”

También descubrió que muchas de estas muertes están relacionadas a errores en la prescripción. Trabajando con un equipo de farmacéuticos, encontraron 3,99 errores por cada 1000 prescripciones. De estos errores, el más frecuente (29%) era la no comprobación de alergias del paciente al fármaco prescrito, seguido de dosis incorrectas (17%) y errores en el nombre del fármaco prescrito (otro 13%). El área dónde más errores se produjeron es la pediatría: 5,89 de reacciones adversas por cada 1000 prescripciones, seguido por los pacientes de urgencias (5,05%), los de ginecología (4,5%) y los de cirugía (3,5%). La prescripción de sobredosis en los casos relacionados a estos grupos fue el error más frecuente (41,8% de los errores). Todo esto cuesta al estado unos 8,4 millones de dólares por cada 700 camas de hospital, para ponerlo en perspectiva, el hospital más grande de la isla dispone de 1020 camas…

Es un juego de alto voltaje a nivel mundial. La industria farmacéutica controla quien recibe las medicaciones, divulga la información a médicos y a pacientes, a menudo ofreciendo regalos a los profesionales que más prescriben sus productos. Dirigen la concesión de subvenciones y becas para la investigación sobre sus productos y la educación de los profesionales que los prescriben, y tan sólo basta con encender la tele para ver cómo bombardean a los usuarios con publicidad. Si pensabas que las drogas ilegales son un problema, repiénsatelo, el de las “drogas” legales es incluso más grande, con Whitney Houston relevando a Amy Winehouse como la última prueba visible de ello.

Karel Deprez, quiropráctico - palma