Palma, (EFE).- Una afortunada carambola con el triunfo del Valencia ante el Deportivo de la Coruña salvó al Mallorca del descenso en una noche dramática, donde la derrota (3-4) ante el Atlético de Madrid se celebró como una victoria.

Jugadores y afición esperaron juntos el final del partido en Riazor con el corazón en un puño, en una imagen que recordó la registrada justo hace un año, cuando el Mallorca supo en el último minuto que el Sevilla le había quitado la plaza de la Liga de Campeones.

Frente al Atlético de un espectacular Kun Agüero, el equipo balear logró sobrevivir tras jugar con fuego durante muchas jornadas de un año muy irregular.

El Mallorca solo sintió el aliento del descenso en su nuca en la última jornada del campeonato, es decir, sufrió en noventa minutos del partido final más que en toda la temporada.

El equipo del danés Michael Laudrup había realizado hasta entonces, un curso futbolístico más que aceptable, teniendo en cuenta que afrontó la Liga con uno de los presupuestos más bajos de la categoría debido a sus problemas económicos.

El Mallorca presentó un concurso voluntario de acreedores, la antigua suspensión de pagos, justo al acabar la temporada 2009-2010, y coincidiendo con la clasificación del equipo para la Europa League, una competición que no disputó -le sustituyó el Villarreal-al ser excluido por la UEFA, precisamente, por sus números rojos.

Laudrup fue el buque-insignia del Mallorca y de sus nuevos propietarios, un grupo de inversores encabezados por el extécnico del club balear, Betis, FC Barcelona y AEK de Atenas, Lorenzo Serra Ferrer.

En la plantilla nadie destacaba especialmente como una superfigura y Laudrup aceptó el reto de promocionar a futbolistas del filial para afrontar la temporada, que se unieron a los 'veteranos' Pierre Webó, Dudú Aouate, Nunes , Pep Lluìs Martí, el 'Chori' Castro, o a los nuevos fichajes, el holandés Jonathan de Guzmán y el japonés Akihiro Ienaga.

El equipo no tuvo problemas para situarse en la mitad de la tabla e, incluso, fue noticia al ser el único club de la primera vuelta que logró sendos empates con el Real Madrid (0-0 en el Iberostar Estadio) y el FC Barcelona (1-1 en el Nou Camp).

Nada hacía presagiar el dramático final de la Liga al que se vio abocado al jugarse la permanencia en la última jornada ante el Atlético de Madrid.

Parecía que al sumar 42 puntos al vencer 2-0 al Getafe, primero, y 44 tras empatar (2-2) con el Hércules, el trabajo ya estaba hecho. Pero, nada más lejos de la realidad.

Fue sintomático que la última victoria fuera de casa (1-2) la conquistara en el campo del Espanyol la primera semana de febrero, o que el último triunfo en el Iberostar se remontara al 24 de abril (2-0) ante el Getafe. Demasiados tropiezos.

El 'efecto Laudrup' y su apoyo a jóvenes promesas del filial, tan elogiado en tres cuartas partes de la Liga, pasó a ser objeto de encendidas críticas en los medios de comunicación locales en el tramo final, que alcanzaron su punto álgido con la dolorosa derrota (3-1) en el campo del Almería, un equipo ya descendido a Segunda.

De improviso, el descenso pasó de ser una quimera a una realidad que se daba de bruces con la ilusión de la entidad de celebrar quince temporadas consecutivas en Primera.

La última jornada iba a ser clave, y el club se volcó en una campaña para llenar el estadio mallorquinista con un único objetivo: sellar la permanencia.

El Iberostar Estadio registró una de sus mejores entradas de la historia, con una afición volcada con sus colores, que al final, y de carambola, respiró aliviada al conocer el triunfo del Valencia ante el Deportivo de la Coruña en Riazor. EFE